Realidad de las fincas patrimoniales de Guadalajara, para muestra un botón (o tres): “El Roxy”, la “Casa Baeza Alzaga” y “el Palacio de las Vacas”. Parte 1, “El Roxy”.

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La mañana del viernes 19 de junio nos despertamos con una sorpresa, la bóveda que techaba el escenario del antiguo Centro Cultural Roxy colapsó debido a las fuertes lluvias que cayeron el día anterior, aunadas a la falta de mantenimiento en los bajantes de aguas pluviales, cabe destacar que la cubierta que estuviera sobre las cerchas de madera se habían caído tiempo atrás.

El cine art decó tapatío ubicado en la calle de Mezquitán entre Av. Hidalgo y la calle de Independencia abrió sus puertas en 1937, pero después de años de proyecciones las cerró y quedó en abandono por aproximadamente  tres décadas, hasta que Rogelio Flores adquiriera el inmueble y encomendara restaurarlo al “Taller de Arquitectura Tapatía” bajo la dirección del arquitecto Juan Palomar Verea (posteriormente Alejandro Canales retomaría esta labor),  así el 18 de mayo de 1990 reanudó actividades como centro cultural.

El Roxy se mantuvo en operaciones durante aproximadamente ocho años ininterrumpidamente, pero fue clausurado en 1998 por el ayuntamiento tapatío y hasta el 2005, año en que fuera clausurado definitivamente, se mantuvo con actividades intermitentes cuando se lograba conseguir autorización de protección civil, pues se argumentaba que la inestabilidad estructural de la cubierta ponía en riesgo a los asistentes.

Durante esos quince años albergó exposiciones, presentaciones de libros, teatro, danza, performances y talleres de distintas expresiones de arte, de entre los cuales destacó un encuentro con varios escritores coordinado por Martín Solares que congregara a Fernando del Paso, José Emilio Pacheco, Juan Villoro, Daniel Sada, Leonardo Da Jandra y Enrique Serna, entre otros.

Pero lo que indudablemente hizo destacar al ex cine fue también albergar presentaciones musicales, en él la sociedad tapatía pudo escuchar en vivo a innumerables grupos, de entre los que destacaron Radiohead, Santa Sabina, Maldita Vecindad, London Afther Midnight, Dee Dee Ramone, Therion, Vehemot, Voodoo Glow Skulls, Mano Negra, Los Fabulosos Cadillacs, Animal y Cuca, entre muchos otros.

Junto con el Roxy, meca de la contracultura tapatía durante los años noventa, la calle de Mezquitán sufrió una transformación considerable pues se convirtió en la zona musical de la ciudad, en ella se fueron estableciendo muchos  comerciantes que vendían desde pulseras y playeras hasta discos de acetato o casettes grabados con los contenidos más raros que hasta entonces los melómanos tapatíos tenían que mandar pedir a los Estados Unidos.

Una de esas tiendas fue la sucursal de Av. Hidalgo de “Imagen Pública”, la cual abrió mi padre, José Luis Avilés junto con algunos socios  que hacían de su gran pasión por el rock una forma de vida; en la tienda podías encontrar desde la pipa más rara hasta el cuarto de ensayo de grupos como “Azul Violeta”, si mis recuerdos infantiles no me fallan, pero este espacio era sólo uno más en ese oasis de culto a la música, del cual El Roxy fue el detonador.

Junto con la clausura del centro cultural se vino el boom del Compact Disc y posteriormente el internet con sus programas para descargar música aunque duraras días bajando una canción, por lo que la dinámica de la las “tribus urbanas” cambió mucho y poco a poco abandonaron el centro histórico para migrar al sabatino “Tianguis Cultural”.

En el 2011 con una administración municipal diferente, Rogelio Flores junto con un grupo de entusiastas preocupados por la difusión de la cultura y las artes tapatías lograron reabrir el recinto, aunque esa vez no se les otorgara el permiso para realizar eventos musicales, lograron que fuera sede de una conferencia sobre movilidad urbana impartida por David Byrne, vocalista de Talking Heads, autor del libro Diarios de bicicletas.

El retorno de actividades a El Roxy parecía esperanzador, se vislumbraba el regreso de un foro emblemático para nuestra ciudad y además ahora con temas urbanos, en opinión de algunos, a la par o más  más importantes que las expresiones artísticas, pero lo que sí es que se dibujaba un horizonte más inclusivo en nuestra pujante Guadalajara.

Para aquel año Rogelio Flores explicó que el sueño que decidieran materializar en 1990 se convirtió en una pesadilla gracias a la incomprensión de las autoridades que jamás llegaron a aprobar, mucho menos a apoyar tan rico proyecto.

En esa ocasión Alejandro Canales consideró necesario realizar una inspección general del inmueble para determinar su estado real. El dueño del inmueble indicó que se realizarían obras para conservar el edificio, recuperarlo y poder garantizar la seguridad de los asistentes, pero por lo visto la inversión necesaria para dicha rehabilitación nunca llegó y esta nueva etapa del  centro cultural tan solo duró quince días, desde entonces jamás lograron reabrirlo.

Tristemente la historia de la finca ubicada en la Calle Mezquitán #80 es un claro ejemplo del histórico abandono y desinterés por parte de los dirigentes del ayuntamiento tapatío para coadyuvar junto con privados a la divulgación de la cultura y la conservación del patrimonio.
05 de julio de 2015. Arq. Alberto Avilés

Fotografías: Arq. Alberto Avilés

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