«La ciudad de los vientos»

Chicago, Illinois.

Es impresionante como el medio físico se complementa con la diversidad y cultura de una de las ciudades más representativas en el mundo de la arquitectura.

Chicago, una ciudad en la que cabalgaron los grandes de la arquitectura, es sin duda, un paso obligado para todo aquel interesado en las grandes metrópolis.

Ubicado en un contexto inmejorable, con el gran lago Michigan como remate visual imposible de no contemplar desde cualquier monstruo de acero vertical de la Windy City.

¿La mejor manera de llegar a Down Town? Pagar un ticket de CTA y treparte sin miedo, a cualquier línea, no importa a qué zona del centro llegues, ya que recorrerlo de un lado otro nunca es cansado, nunca te cansas contemplar un panorama tan bello, rico e interesante.

Tantos edificios representativos, tantos hitos, tantos parques, avenidas por visitar y contemplar tanto de noche como de día, lugares imposibles de terminar de recorrer en 4 días de visita. Es imposible no querer buscar un lugar poco común para sentarte, vivir el espacio y querer comprender el funcionamiento de cada elemento arquitectónico ó  urbano.

Para muchos es difícil de disfrutar un contexto tan complejo, lleno de arquitectura que invade, su escala te convierte en algo insignificante pero todos estos elementos, al integrase, causan grandes sensaciones dentro de ti.

No importa el estilo, edificios pertenecientes al movimiento moderno, oeclécticos, todos se viven y se sienten diferentes, parado en la banqueta y observado hacia arriba, subir al edificio contiguo y verlo a la misma altura, verlo desde un bote en el lago o desde la ventana del tren cuando partes de Down Town hacia los suburbios.

Visitar el Botanic Garden lejos de todo ese caos de la ciudad, lleno de tanta vida, tanta vegetación tan diferente, que nunca en mi vida había visto, recorrer kilómetros y kilómetros de árboles de hoja caducifolia a los cuales les es imposible permanecer imponentes debido a la caída de sus hojas arrasadas por los fuertes y fríos vientos de la ciudad, pero aún así guardan esa belleza tan noble y tan pura de un árbol. Este es un destino muy poco visitado por turistas, pero debiera ser un paso obligado para personas interesadas en el paisaje urbano.

Viejos edificios de oficinas adaptados como desarrollos habitacionales a las afueras del centro, con esos viejos balcones volados con tirantes de acero, esas vistas envidiables que deben tener al pasar a todas horas un tren sobre las calles, en esas viejas estructuras de acero, al ver a todas horas los edificios que con su altura rompen el trayecto de las nubes, al ver cómo el sol se refleja en esas ventanas color humo que resisten fuertes corrientes de viento y como en ellas se distorsiona en su reflejo la ciudad.

El pabellón de conciertos Jay Pritzker en el reflejo del gran frijol “Cloud Gate” en el Millennium Park, el conocer su cultura en Navy Pier, notar su afición incondicional para todos los equipos de la ciudad de cualquier deporte, probar una pizza estilo Chicago y hasta el simple y tonto hecho de no ponerle salsa ketchup a un Chicago Dog, el caminar por horas y recorrer kilómetros y kilómetros de ciudad, esquivar autos, personas y edificios viejos solo por no tener una ruta predeterminada. Eso, eso es Chicago.

 

Texto y fotografías: Diego Malo Araiza. 18 de Marzo, 2016.

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