Barcelona, España.
Tarde soleada y calurosa. Tomo el Metro de Barcelona desde Fontana hasta Plaça Espanya. Veinte minutos de viaje. Salgo a la superficie y me encuentro en la segunda Plaça mayor de toda España, homónima de la estación. Investigo un poco y encuentro que fue proyectada por Ildefonso Cerdá en su proyecto de Ensanche como vía de comunicación entre Barcelona y las poblaciones del Bajo Llobregat, construida al igual que el Pabellón, por motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 por Josep Puig i Cadafalch y Guillem Busquets.
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El sol me encandila. Froto mis ojos y, cubriéndome con mi mano izquierda logro percatarme de lo enorme que es. De izquierda a derecha, enfoco mi vista en cada uno de los edificios que circundan este gigantesco espacio urbano: El Centro comercial de Las Arenas (Antigua Plaza de Toros), el Hotel Plaza, el Instituto Municipal de Educación, una comisaría de los Mozos de Escuadra y las Torres Venecianas (construidas también con motivo de la Exposición), a través de las cuáles decido continuar mi aventura.
Camino hacia ellas. Me detengo justo en el eje central donde nace la avinguda de la Reina Maria Cristina y contemplo el enorme vestíbulo: Las Torres Venecianas, la Fuente Mágica de Montjuic, Las Cuatro Columnas y el Palacio Nacional, en ese respectivo orden, con jardines, escalinatas, fuentes, autos y cientos de humanos y voces entre dichos elementos.
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Estas dos Torres Venecianas, flanquean la avinguda de la Reina María Cristina y marcan el inicio de este corredor de 750 mts. De las dos enormes banquetas de más de 25 metros de servidumbre elijo la derecha. Comienzo a andar en silencio. La cámara lista. Uno a uno, veo desfilar los que fueron los edificios principales de la Exposición de 1929: el Palacio del Vestido, el Palacio de Comunicaciones y Transportes, el Palacio de la Metalurgia, Electricidad y Fuerza Motriz, y el Palacio de Proyecciones; todos de superficies gigantescas, sumando entre todos más de 48,500 m2 de área para exposición que, actualmente, se utilizan para la Feria de Muestras de Barcelona; acompañando los palacios se encuentran un sinnúmero de luminarias, bancas, fuentes y jardines que enmarcan la banqueta por la que camino.
El sonido del agua en movimiento envuelve el entorno en todo momento. Después de trescientos metros recorridos me limpio la brisa de agua de las fuentes de mi rostro y tomo un par de fotos. Volteo hacia adelante y hacia atrás. Llego al único cruce que posee ésta vialidad: la avinguda de Francesc Ferrer i Guàrdia. En cada acera existe un puente peatonal provisto de escaleras eléctricas, mismas que aterrizan al nivel de la plaça de Carles Buïgas (ahorrándome los primeros veintitantos escalones), siendo ésta famosa por albergar la Fuente Mágica de Montjuic (Carles Buïgas es el autor de la fuente). Reculo y cruzo la calle por debajo del puente peatonal junto a decenas de personas. Por supuesto, el peatón es primero.
Personas sentadas en las escalinatas, en sus descansos, jardineras, incluso en el piso, cientos. Jóvenes, ancianos, parejas, padres, hijos, niñas, niños, perros, gatos, todo un cúmulo de seres buscando un lugar sombreado donde encajar dentro del caprichoso relieve que la montaña de Montjuic, alguna vez fortaleza infranqueable, cubierta ahora de fuentes, jardines y escalinatas, ofrece.
Giro hacia mi derecha. Entre las ramas de aquellos árboles distingo las líneas horizontales del Pabellón. El corazón brinca. Avanzo hacia él. Cruzo a través de un hermoso sendero arbolado, a la izquierda veo un espejo de agua adornado con “El Treball”, escultura hecha en 1961 por Eudald Serra i Güell. Una pareja sentada en una banca, Murmullos de personas a la derecha. Palomas revoloteando a la izquierda. Unos niños jugando por allá. El sonido del agua, muy ligero ahora. Piso el pasto y veo el Pabellón de frente. Las banderas de la UE y de Catalunya ondeándose al viento en los extremos del Pabellón. Tomo una foto. Las copas de los árboles resaltando su horizontalidad desde la parte posterior. Tomo otra. Cruzo el pasto, la arena. Me recibe un policía. Se queja del calor. 5 euros. 5 escalones. Estoy dentro.
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Texto. Arq. Antonio V. Legaspi, Julio de 2016.
Fotografias. Arq. Antonio V. Legaspi, Julio de 2015.